El naufragio de la filosofía.
"Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir, sin nuestra anuencia previa, náufragos, en un orbe impremeditado"
¿Qué es la filosofía? 1929. José Ortega y Gasset.
Es falaz pensar que la filosofía por sí sola es garante de los valores cívicos y del bien común. Debemos decapar su enseñanza de los tintes académicos y curriculares para dejarla como nueva, en perfecto estado de uso para tantos nuevos ciudadanos que la necesitan tanto como el comer, o mejor dicho, como la wifi.
A lo largo de estos últimos cursos hemos visto efusivos movimientos en pro de la defensa de la filosofía. Los profesores y simpatizantes de la materia se agarraban a las maderas del naufragio tan desesperadamente como los pasajeros de "La balsa de la Medusa". Se podría reconstruir la magnífica pintura de Géricault atribuyendo a cada personaje, las firmas del Change.org, los manifiestos de la REF, el propio Savater con su "filosofía de urgencia" o la iniciativa de "¿Quién teme a la filosofía?". Cada cual sabría con quién identificarse.
El paralelismo continua si pensamos en la situación actual de la asignatura: vapuleada entre las olas de los despachos, relegada sin ser obligatoria a los "cursos de letras" en segundo de Bachillerato y desterrada de "los de ciencias"; manipulada por el currículo LOMCE en primero... En fin, a letanía plañidera que todos conocemos. La filosofía parece estar condenada al abandono y la desaparición como esos náufragos pero, paradójicamente, la filosofía posee por sí misma la inmortalidad y la trascendencia de quienes vivieron aquél vergonzante episodio al ser inmortalizados por el pintor. Generaciones y generaciones de humanos que visiten el Louvre se sobrecogerán ante el impacto de las sombras, los escorzos, la inefable historia escondida en las decisiones morales de cada cual por salvar su vida.
En este griterío en medio de la marejada , son pocas las voces que, desde la autocrítica, defienden la esencia de la actitud filosófica. Muchas más son las que parecen agitar la nómina como señuelo para atraer al barco de la salvación que se difumina en el horizonte. Parece que lo que se defiende es la continuidad del empleo y no la materia. Se pretende que la opinión pública se amotine contra la oficialidad educativa de las Comunidades Autónomas y del Estado. Mucho habría que discutir sobre ello. Encuentro compañeros de las aulas que se indignan ante la posibilidad de que "les toque" impartir otra materia pero llevan décadas explicando de la misma manera, corrigiendo de la misma manera y aburriendo de la misma manera desde su "turris ebúrnea" y, como bien dice Marina Garcés, la filosofía ha de ser una "filosofía de guerrillas", una acción del aquí y el ahora. Hay que rescatarla de los "papers", de las paredes de las aulas, de los petulantes eruditos; pero, ¿cuántos de esos náufragos están dispuestos a reinventarse, a rehacer su metodología, su praxis? Son muchos más los indolentes que esperan que los heroicos ciudadanos y sus representantes políticos los rescaten para poder seguir explicando Nietzsche desde la página 104 a la 132, y así vamos todos a pique.
La filosofía merece ser salvada, por supuesto. Pero no olvidemos que la filosofía, la verdadera filosofía como actitud, se salva a sí misma. No hay más que ver el tirón de Zizek en Madrid estos días. Tal vez, antes de ponernos a salvarla, deberíamos preguntarnos "¿Qué es la filosofía?"